domingo, 5 de agosto de 2012

Orfeo (Jean Cocteau, 1949)

El atormentado y polifacético Cocteau (aparte de cineasta, fue escritor, crítico y escenógrafo), no hizo muchas películas, pero si las suficientes como para considerarlo uno de los grandes.
      Orfeo es una revisión de la tragedia griega, mil veces representada en teatro y ópera. Hay varias versiones de la misma. La historia básicamente consiste en que Eurídice, la mujer de Orfeo, muerta, baja al Hades. Ante el desconsuelo de Orfeo, los dioses le ofrecen la posibilidad de recuperar a su esposa. Para ello, el también deberá bajar hasta el Hades, y una vez rescatada su esposa no podrá volver a mirarla, pues en el momento que lo haga, ambos morirán.
      La genialidad de Cocteau se muestra en dos aspectos fundamentales. El primero fundir el mito con la realidad cotidiana, sin ningún tipo de artificio. El segundo utilizar una narrativa típicamente cinematográfica para la obra, olvidando cualquier tipo de teatralidad.
     El Orfeo de Cocteau es una obra absorvente desde el primer minuto. Nos vemos arrastrados como sus personajes humanos en un torbellino sobre el que no tenemos dominio ninguno. El tiempo parece circular, y tenemos la sensación de estar una y otra vez viviendo lo mismo.
     La naturalidad con la que Cocteau representa el más allá es genialmente incomparable. Utilizando los entornos más cotidianos y vulgares es capaz de transportarnos al reino de la muerte, y a todas las cosas que allí ocurren: dioses que infringen las reglas enamorándose de mortales, el eterno vagar, inconsciente de su propia muerte, de los que han perecido. Todas los seres míticos respiran una humanidad absoluta, y entre ellos destaca el personaje de la muerte.
     Cocteau también domina con maestría el tiempo y la perspectiva, jugando con los cuales crea una atmósfera de irrealidad. Al final, acabamos tan confundidos como los propios personajes.
    Una historia que enseña que la gran prueba del amor es el sacrificio y la renuncia, con una de las secuencias finales más emotivas y hermosas que he tenido la oportunidad de ver. Y una enseñanza: el amor es lo mejor que tenemos; tanto que hasta los dioses nos lo envidian.
    Una obra maestra e inmortal.

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